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46 DR. P. PÍO M.ª DE M0NDREGANES, O, F. M. CAP. ---'----- las grandes aspiraciones del hombre, conseguirá un re– poso inalterable, una fruición sempiterna. Nuestro entendimiento, ahora débil para conocer las esencias de las cosas y los arcanos del universo e imposi– bilitado para observar los fenómenos ultrasensibles, ele– vado e iluminado con torrentes de vivísima luz, verá a Dios, no en figura ni en enigma, sino clarisimamente, cara a cara, como es en sí mismo. Fijo e inmóvil, como arrebatado en divino éxtasis, contemplará la causa crea– dora e incomprensible, adornada de atributos y perfec– ciones infinitas, la Trinidad de Personas y la Unidad de Esencia, las relaciones mutuas y opuestas, amigable e indisolublemente unidas, el acto vital con que el Padre engendra eternamente al Verbo, Dios de Dios, Luz de Luz; la procesión del Espíritu Santo, igual, coeterno y consubstancial al Padre y al Hijo, que, a manera de so– plo poderoso de amor, termina la acción de los dos. Pe– netrará en el ser eterno para escudr:rñar sus secretos, examinar sm, profundidades, abismarse en sus grande– zas, saciarse completamente en sus deseos. ¡ Qué visión tan sul>lime ! ¡ Qué espectáculo nunca visto! Nuestra voluntad, siguiendo al acto cognoscitivo del entendimiento, poseerá la bondad suma con un acto de amor embriagador que la penetrará, la invadirá, la abra– sará y la transformará. A los actos de estas dos poten– cias sigue necesariamente la fruición, la complacencia más completa que se puede concebir, rebosando el gozo por todas partes, sin encontrar límites de ningún lado. Gozo inmenso, sobrenatural, que excede a toda huma– na capacidad. El mismo Dios nos dice por su Profeta que nos cmbriagarú con las riquezas de su casa y con los torrentes de sus deleites.

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