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CAPÍTULO V OBJETO DE LA FELICIDAD 2 l\Ii inolvidable amigo: Te prometí en mi anterior probarte que los bienes creados, considerados singular o colectivamente, no pueden constituir la verdadera fe– licidad del hombre. Voy a cumplir mi palabra y a satis– facer tus legítimos deseos; es necesario que determine– mos bien el concepto de felicidad para no embarazarnos con fútiles objeciones. Muchas y muy diversas definiciones se han dado de la felicidad. Apenas hay filósofo o moralista que no haya, por lo menos incidentalmente, emitido su opinión. Pero la mús breve, completa y universalmente admitida en las escuelas es la que nos dejó Boecio, profundo filó– sofo y noble patricio romano, el cual nos la describe en estos lacónicos términos: "La felicidad es la pose– sión perfeeta y estable de la agregación de lodos los bienes" (1). Expliquémosla. Esta definición de la f eli– cidad perfecta supone tres condiciones indispensables para su realización. 1.ª Se requiere la exención absoluta de todo mal, (1) De Consolatione Philosoph., l. III, pros. 3,

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