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BUSCANDO LA FELICIDAD 35 ¿ Cuál es el objeto que ansía nuestro inquieto corazón? Nos haríamos interminables si quisiéramos enume– rar las diversas soluciones que se han dado a este pro– blema trascendentalísimo de la vida. El abigarrado cua– dro de respuestas es como un laberinto sin salida en el cual se pierde el humano entendimiento, agitado por la incertidumbre de opiniones y el eclecticismo escéptico de sus autores. ¡ Cosa extraiia ! En este negocio capita– lísimo, que tanto importa al hombre, es imposible hallar concordia, unidad y armonía. En el detenido y reflexivo examen de las principales teorías se observa que cada cual resuelve la cuestión según las ideas predominantes de su mente, los principios de escuela y las tendencias individuales. Los hedonistas y materialistas responden que para ellos la felicidad consiste en los placeres gro– seros <le los sentidos; los ulililaristas, en el egoísmo indi– vidual o social; los racionalistas, en la autonomía de la razón que, con independencia absoluta de toda regla su– perior, rija los destinos del hombre; los evolucionistas, en un progreso indefinido, que jamás podrá llegar ~l su término; los escolásticos, en la posesión de un ser per– sonal, inmenso, eterno e infinito: Dios. Abandonado el hombre al embate de las pasiones, <le– pravado su corazón por los falsos principios pedagógi– cos, prevenido su entendimiento por los engmiosos pre– juicios de escuela o secta, rodeado de un ambiente pa– gano o herético, no es de extraiiar que caiga en las mas absurdas y contrarias opiniones, reriidas no pocas veces hasta con la logica y el buen sentido. Cada filósofo mo– ralmente disfrazado piensa, siente, enseiia y obra df'. di– verso modo de los demás, abrazando con frecuencia monstruosos errores, cuyas raíces están soterradas en lo

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