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BUSCANDO LA FELICIDAD 31 turaleza del hombre, es una ley impuesta por el Crea– dor a todo ser racional; por eslo se encuentra en toda edad, sexo y condición; en todo pueblo, en toda raza, en todo clima y bajo cualquier ciclo. Así como la aguja imantada eslá inquieta y temblorosa hasta orientar su punta hacia el Norte, así el corazón del hombre está también tembloroso, no cesa de agitarse hasta orientarse hacia su polo, hacia su fin: la felicidad. Recordarás, amigo mío, que tú también me decías que tu corazón no tenía paz, estaba intranquilo, no en– contraba sosiego y reposo en este mundo; es que tú tam– bién sientes deseos de felicidad, aspiras a ser dichoso. En ti mismo, pues, llevas la prueba más contundente de cuanto te voy diciendo, examina atentamente tu vida y verús que no es mús que un reflejo de las. aspiraciones que observamos en los demás. Concluyo, pues, ésta diciéndole que nuestros senti– dos y potencias, nuestro corazón y nuestro entendimien– to, nuestra alma y nuestro cuerpo, todo nuestro ser, es– lún hechos por Dios para la felicidad: éste es nuestro fin intrínseco y personal. ¿ Cuál será el objeto que sacia– rú plenamente nuestros deseos y nos hará perpetuamen– te felices? Te lo diré en la siguicnte. Adiós y consuélate con el pensamiento de que has sido creado para la felici<lad y algún día la conseguirás. Tu afectísimo Fr. Pío.
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