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30 DR. P, PÍO M." DE MONDREGANES, O, F, M. CAP, minamos en pos de nuestro fin, queremos ser dichosos". Recorre las diven,as etapas de la vida e indaga cui– dadosamente qué pretende el niño cuando busca con ansia el pecho y las caricias de su madre; por qué llora cuando le arrebatan su juguete y su idolillo; qué anhela la joven radiante de hermosura, ataviada con galas y flores, con aromas y perfumes, pletórica de alegrías y esperanzas; qué espera el joven de ardiente fantasía, lleno de ilusiones, repleto de vida y vigor, rebosante de audacia y valentía, sin temor a los peligros ni a la muer– te; qué piensa ese venerable anciano de blancos cabe– llos, ajada belleza, quebrantada salud, sin porvenir y sin ilusiones, sin fuerzas y sin esperanzas. Todos, con más o menos conciencia de sí mismos, implícita o explí– citamente, exclamarán: Vamos buscando la felicidad. Entrad, finalmente, dentro de vosotros mismos, re– flexionad sobre vuestros deseos y sentimientos, vuestras aspiraciones y apetitos, vuestras tristezas y alegrías, vuestras idas y venidas, vuestros esfuerzos y trabajos. ¿ Qué buscáis en todo vuestro ser y obrar'! Ser felices, dichosos... Echad ahora una mirada general sobre todos los hombres que se mueven de un polo a otro de la tierra, que pasan de una latitud a otra, que caminan de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, de nación en nación, que van y vienen, trabajan, se agitan, no cesan en su trajín. Salid al encuentro de esas muchedumbres y pre– guntadlas: "¿ Qué deseáis, qué buscáis, qué anheláis?" ..Ser dichosos y felices." Esta es la filosofia de la historia de todas las gene– raciones pasadas, presentes y futuras. El deseo de la fe– licidad es una cosa innata que radica en la misma na-

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