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H DR. P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP, "Ipse fecit nos et non ipsi nos" (1). El Altísimo, después de haber creado todas las cosas y viendo que eran bue– nas, dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y se– mejanza, y domine a los peces del mar, y a las aves del cielo, y a las bestias, y a toda la tierra, y a todo reptil que se mueve sobre la tierra''. Y Dios creó al hombre a su imagen" (2). "Lo formó del lodo de la tierra e inspiró en su rostro un soplo de vida y quedó hecho el hombre en alma viviente" (3). Ve ahí la imagen visible de Dios, destellos <le su mente, centella de su amor, vida de su vida, reflejo de sus perfecciones, participación limitada de su bondad. Es el ser más excelente y noble que existe sobre la tierra, superior a todo lo visible y un poco me– nor que los ángeles, anillo misterioso que une el mun– do terrestre con el celeste, lo visible con lo invisible, el espíritu con la materia, lo divino con lo humano ... ¿Para qué fin nos creó Dios?-¿Cuál fué el motivo que le determinó a sacarme de la nada y llamarme a la existencia entre los innumerables seres posibles que ab aeterno concibe su mente? Corno hemos visto, la creación entera tiene por fin último la bondad y glorificación de su Hacedor; así lo exige su naturaleza, así lo demanda la plenitud de su ser. Luego yo, que soy el ser más noble y excelente, el espejo de sus perfecciones y un débil trasunto de su hondad, debo haber sido creado para ÉL Dios es In ra– zón de mi existencia y la finalidad de mi ser; no existo más que para su bien, no vivo más que para su gloria. Todo el que invoca mi nombre, dice el Señor, le he crea- (1) I's., XCIX, 3. (2) c,:n., I, 26-27. (3) Gén., II, 7.

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