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222 DR. P. PÍO ::1,r,• DE MONDREGANES, O, F. M, CAP. ------ licia de los hombres, envió a su Divino Hijo para sal– varnos, para darnos un remedio eficaz, una llave de oro con que podamos abrir las puertas eternales de la gloria, instituyendo el sacramento de la penitencia, fuen– te de restauración, surtidor de vida sobrenatural, áncora de salvación. Su institución nos consta por la Sagrada Escritura, por los Concilios, por los testimonios de los Santos Pa– dres y la práctica constante de los fieles. Su necesidad se extiende a todos, sin excepción, los que han caído en la culpa grave. Lo mismo tiene que humillarse y confe– sar sus pecados el rey que el vasallo, el Pontífice que\ el último fiel cristiano, el rico que el pobre, el niño que el anciano, la mujer que el hombre. No hay otra en– trada en la vida para los que han prevaricado. O ino– cencia o penitencia, según lo ordenan .ksucristo y su Iglesia. Los beneficios que esta divina institución propor– ciona en el orden individual, familiar y social son incon– tables. ¡ Cuántos males se remediarían con la sola fre– cuencia de este medio eficacísimo de santificación! Refrena las pasiones, evita los pecados reprime los vi– cios, estrecha los vínculos familia~es, hace santo, feliz y amable el matrimonio, fomenta el amor mutuo de pa– dres e hijos, respeta los derechos ajenos, impide los desórdenes sociales, repara las honras perdidas; en una palabra: planta todns las virtudes en el alma. Para conseguir estos saludables efectos es necesario practicarla con las debidas condiciones, sin las cuales sería imposible que produjera tales frutos. Te recordaré que las necesarias son un diligente examen, contrición de corazón, firme propósito de la enmienda, sincera, ín-

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