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CAPÍTULO XVIf ENTR11 EN EL REINO DE LA FELICIDAD Mi estimado amigo: Henos aquí en el término de nuestro viaje. No dudo que te habrás cansado de jor– nada tan larga y por campos tan áridos y monótonos. Te ruego me dispenses y, aunque no sea más que por importuno, leas esta última de despedida, en la que te voy a condensar lo principal de que hemos tratado. Quizá recuerdes cómo hemos demostrado el fin de nuestra creación, los destinos que nos prefijó el Creador al sacarnos de la nada y colocarnos en este alcúzar mag– nífico del mundo. Después te indiqué el camino seguro que debemos recorrer hasta llegar al término, que es la felicidad completa en la vida futura con la posesión inefable de la Verdad suma y del Bien infinito, Dios Nuestro Señor. Ese camino no puede ser otro que la fiel observancia de los preceptos divinos y eclesiásticos, y el cumplimiento exacto de los deberes respectivos de nuestro peculiar estado. Pero me argüías, y con razón, que no todos camina– mos por estos senderos a la perfección cristiana; con frecuencia nos extraviamos y caemos en el abismo de la culpa, perdiendo la gracia santificante, los derechos a nuestra futura herencia, las esperanzas de las eternas recompensas. Dios, conocedor de esta fragilidad y ma-

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