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CAHÍTULO XV DE LA VERGOENZA Mi más apreciable amigo: Parece ser que la mía te ha causado alguna admiración. No me extraña nada, por– que no tienes motivo para estar enterado de estos asun– tos. Me preguntas con mucho interés: "¿ Pero es cierto que hay penitentes que callan por falsa vergüenza sus pecados en la confesión?". No hay duda; desgraciada– mente existe esa triste realidad histórica, origen de in– numerables males temporales y eternos. Se dan almas que, en lugar de acercarse al sagrado tribunal de la pe– nitencia en busca de la medicina adecuada que cure las profundas heridas que dejó el pecado, se encuentran, voluntariamente, con la pócima que les causa de nuevo la muerte. Esto nos prueba, por una parte, lo dificultosa que es la confesión, y, por otra, la grande fragilidad y lo– cura humanas, que convierten la triaca en veneno por fútiles pretextos. Estos son incontables y diversos, según la índole y carácter especial de cada persona. Supongo que te agradará saber algunos de los más comunes. 1. 0 Dicen algunos: ¡ Es un pecado tan enorme, tan humillante, tan vergonzoso, que no me atrevo a decirlo! Concedamos que tus pecados sean como dices, ¿ pero por eso te eximes de confesarlos? Si no tuviste vergüen- 1,

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