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CAPÍTULO XIII EVITAR LOS ESCOLLOS Mi estimado amigo: Dices muy bien en la tuya que los cristianos se confiesan y, no obstante, reinciden en los mismos pecados. Así lo confirma la triste experiencia de cada día. Nu hay duda que la inconstancia y la fragilidad humanas son grandes. La violencia de las pasiones y los atracti– vos seductores doblegan las voluntades. Mas no pocas veces las recaídas obedecen a falta de propósito firme y eficaz. Hay, sin embargo, dos escollos contra los cuales sue– len estrellarse los mejores propósitos y las más fuertes voluntades si no se procuran remover con tiempo : sun las malas costumbres y las ocasiones próximas. Refle– xionemos un poco sobre ellas. La mala costumbre es un hábito defectuoso adqui– rido por la repetición de actos. De tal manera se va apo– derando del hombre y deja huellas tan profundas en su espíritu que va formando poco a poco una segunda nd– turaleza. La costumbre adhiere más tenazmente la voluntad al mal y la hace más pecaminosa a los ojos de Dios. La ig– norancia, la fragilidad, la sorpresa, la ocasión imprevis– ta, la tentación violenta, etc., atenúan la malicia y res-

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