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CAPÍTULO XI MOTI\'OS DE LA CONTRICION Mi estimado amigo : En tu última del viernes pasado te lamentas de no poder tener una contrición sensible de tus culpas que te haga derramar lágrimas. Dices que de– searías llorar amargamente. como lo hicieron muchos santos y almas devotas, los cuales se deshacían en llanto considerando los extravíos de su vida pecadora ... En verdad, querido amigo, que es muy loable tu de– seo y quizá Dios, alguna vez, te consuele concediéndote dolor tan inmenso que llegues a llorar sinceramente por tus culpas. Pero te advierto que no es necesario. Se pue– de tener verdadera contrición sin lágrimas y sin mues– tras externas; con sólo un acto de nuestro libre albedrío. Según nos enseña la sana filosofía existen en nuestro ser dos partes, de diversa naturaleza: la sensibilidad y la razón. La parte sensible, como no es capaz de conocer los motivos sobrenaturales y trascendentes, y, por olra par– te, obra necesariamente, no es fácil que siPnta siempre de una manera ostensible el arrepentimiento de sus pe– cados. Pro la intelectual puede conocer la fealdad del pecado, los males que causa y las consecuencias que de él se derivan. Goza también de una voluntad libre que, ante la consideración de esas enormes deformidades,

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