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CAPÍTULO PRIMERO DIOS CREADOR DEL UNIVERSO Creo que recordarás perfectamente las amenas con– versaciones que tuvimos en el parque de Ontaneda y cómo, al despedirnos, me pediste por favor que te expu– siera por escrito las cosas más principales que te había referido de palabra. Después <le pensarlo mucho y de pedir al cielo lu– cas, me determino, por amor a tu alma, a escribirte algu– nas reflexiones e instrucciones que espero serán muy útiles para cambiar de conducta y llevar una vida ver– daderamente cristiana. Con singular pena noté que estabas muy desesperan– zado por los pasados extravíos y que apenas si abrigd– bas un rayo de esperanza de llegar a conseguir lo desea– do por tu inquieto y ardiente corazón. Mas has de sa– ber que el primer móvil que excita a todo agente para obrar y emprender un asunto cualquiera es la esperanza de conseguir el fin propuesto; de lo contrario, no se re– solverá a poner en práctica los medios conducentes para salir con su empresa. Es, por consiguiente, necesario que empecemos por establecer sólidamente los principios de nuestra finalidad, la posibilidad de conseguirla y los medios indispensables para obtenerla. ¿ Has pensado alguna vez, querido amigo, en el mun- 2

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