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!~6______ nn. P. Pío :,.r.• DE Mo"nHFG.\:'.\'Es, o. F. M. CAP. se arrepentía por la enfermedad, pero no por haber ofendido al Señor. 3.ª Debe ser suma.-El dolor debe ser proporciona– do al mal causado. El pecado es el mayor mal de los ma– les, mal de Dios y de la criatura. Nos separa de Dios, nos priva del cielo y nos condena al infierno. Por esto es preciso apreciar la gracia como el mejor de los bene– ficios y odiar el pecado corno el peor de los males; sen– tir la culpa con un dolor que sobrepuje a todos los otros dolores. Pero es de advertir que no se requiere que sea sumo en el sentimiento, ni en la intensidad, ni en la duración, sino apreciativamente, en la estimación de la voluntad racional. Quizá muchos cristianos lloran amargamente cuando muere un ser querido o sufren una desgracia de familia y no derraman una sola lágrima cuando come– ten un pecado mortal; pero esto no quiere decir que no conozcan y estimen este mal mayor que aquél. Basta que estemos dispuestos en general a sufrirlo todo con la gra– cia de Dios antes que ofenderle; siendo prácticamente imprudentes ulteriores comparaciones de males reales e imaginarios. 4." Debe ser universal.-Es decir, se debe tener un dolor interior, sobrenatural y sumo de todos y cada uno de los pecados, por lo menos mortales, para adquirir la justificación. No se puede borrar un pecado del alma sin que desaparezcan los demás; o se perdonan todos los mortales o ninguno. La gracia y el pecado grave son incompatibles en el alma; de lo contrario se incurriría en el absurdo de ser amigo y enemigo de Dios a un mismo tiempo. Pero no creas que es necesario hacer tantos actos de

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