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BUSCANDO LA FELICIDAD 185 del océano; pedir auxilio, salvación. El pecador, pues, que desee no perecer en el abismo del pecado, que cla– me de lo más íntimo de su corazón por la gracia de la contrición, que Dios, infinito en misericordia, se la in– fundirá con abundancia. Es preciso, además, que sea sobrenatural en los mo– tivos de arrepentimiento; que se duela por ser ofern,a de Dios, o por los otros motivos de que hablé al tratar de la contrición perfecta e imperfeeta, procedentes de la fe sobrenatural. No sería, por tanto, un dolor sobrenatural eJ motiva– do sólo por la infamia o deshonra ante las gentes, por las enfermedades físicas que pudieren sohrevenir, por los castigos de la justicia humana, por las pérdidas fa– miliares, por el descrédito social, etc. Estos y otros mo– tivos similares son puramente naturales, no tienen valor delante de Dios para justificarse. La Sagrada Escritura nos propone varios ejemplos de este arrepentimiento natural. Saúl se arrepintió de su desobediencia a Dios cuando Samuel le comunicó que el Señor le había desechado como rey de Israel. "He pe– cado-dij o-porque he violado la palabra del Señor" (5). Pero su dolor fué inútil, porque no se arrepintió de la ofensa hecha a Dios, sino de que ya no le era posible ser rey. Al impío Antíoco le pesó de haber robado y profa– nado el templo de Jerusalén, después que la mano ven– gadora de la divina justicia le hirió con terrible enfer– medad. "Ahora reconozco los males que hice en Jeru– salén (6), por ello me ha sobrevenido este mal", mas sólo (5) l lleg., XV, 24. (6) l Mac., VI, 12.

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