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184 DH. P. I'ÍO M.ª DE MONDHEGANES, O. F. M. CAP. todo vuestro corazón y en la aflicción de vuestra al– ma" (1). Y por Joel nos dice Dios: "Convertíos a nú de todo corazón: desgarrad vuestros corazones y no vues– tros vestidos" (2). El Profeta Ezequiel nos exhorta a que "formemos un corazém nuevo y un espíritu nuevo'' (3). El salmista, en medio de su contrición, exclamó: "Sacri– ficio muy acepto a Dios es un corazón atribulado; Vos, Señor, no despreciéis un corazón contrito y humilla– do" (,1). No consiste, pues, la verdadera contrición en muchos golpes de pecho, en lágrimas, suspiros y ayes, en largos 1·ews y multiplicadas oraciones, aunque lodo eso puede ser efecto del dolor interno que parte el co– razón. 2.ª Debe ser sobrenatural. - La segunda cualidad que es necesario revista la contrición es que sea sobre– natural. De dos maneras debe serlo: en cuanto a su ori– gen y en cuanto al motivo. Así como un hombre tiene poder para suicidarse, pero no para resucitarse a sí mis– mo, análogamente tiene poder para quitarse la vida del alma por el pecado, pero es del todo impotente para re– sucitar a la vida de la gracia. La contrición es un don de Dios y el hombre no puede arrepentirse cumplidamente sin el auxilio del Espíritu Santo. Nosotros nada merito– rio podernos hacer por nuestras propias fuerzas; sin la gracia de Dios, ni un solo pensamiento digno de recom– pensa eterna. ¿ Qué es lo que debe hacer el pecador que quiere arrepentirse de sus culpas? Lo que el pobre de– lante del rico, lo que el náufrago en medio de las olas (1) Deut., IV, 29. (2) Joel., II. 12-13. (3) Ezech., XVIII, 31. (4) Ps. 4, 19.
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