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182 DH. P, J>ÍO M." DE MONDREGANES, O, F. M. CAP, tener las pasiones y un preservativo para evitar las oca– siones y caídas. Debe el pecador recurrir a los motivos de temor; pero no detenerse en ellos, sino pasar a los del amor. Es pre– ciso hacer como el sastre, que recurre a la aguja para hacer pasar el hilo. La aguja es necesaria, porque sin ella no se podría introducir el hilo en la tela; pero ia aguja no debe permanecer en la tela, sino que debe pa– sarla; porque, si se queda, el hilo no entrará. Así los mo– tivos del temor pueden y frecuentemente deben serYir de introductores al hilo puro del amor; para servirle de introductores es preciso que ellos pasen y quede él; porque "la perfecta caridad echa fuera el temor" (4). Si otra cosa no puedes, sírvete, amigo querido, de los tremendos castigos del infierno para arrepentirte del pecado; piensa en las postrimerías, en las consecuencias que tendrá que arrostrar el hombre que muere impeni– tente, en la eternidad desgraciada de los condenados. Esto te servirá de medio para dolerte de las culpas, pedir a Dios misericordia y aspirar a su posesión, con la que únicamente podrás ser eternamente feliz, corno lo desea tu afectísimo Padre Fr. Pio. (4) I .Toann., IV, 18.
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