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BUSCANDO LA FELICIDAD 181 -·------- ·--- - el ladrón que no se avergüenza de su latrocinio sino por el temor de la cárcel. Este temor meramente servil no es suficiente para la justificación. Para que entiendas me– jor estas tres clases de arrepentimiento te pondré un ejemplo muy sencillo: Un padre tenía tres hijos, que enviaba todos los días a una pradería para guardar tres corderitos que había puesto a su cuidado. Sucedió que un día los niños se echaron voluntariamente a dormir, y durante el sueño vinieron los lobos del vecino bosque y les arrebataron los corderitos. Despertados por los tristes balidos, empeza– ron a llorar y gemir, quedando inconsolables por la pér– dida que acababan de sufrir. Preguntados por qué llora– ban dij o el mayor en edad: "Yo lloro porque mi padre me castigará y me pondrá una buena penitencia por mi descuido; si esto no fuera, no lloraría, nada me impor– taría". El segundo dijo: "Yo lloro a causa de los casti– gos que van a darme; pero también por el sentimiento que tendrá mi padre cuando sepa que los lobos han co– mido mis corderitos y se vea obligado a obrar con jus– ticia". El más joven respondió que lloraba únicamente por la pena y ofensa que recibiría su buen padre, a quien tanto amaba. "Yo preferiría recibir cualquier penitencia antes que causarle semejante pesar". He aquí una ima– gen de las tres especies de penitentes que pueden tener, respectivamente, falsa contrición, fundada en el temor servil; contrición imperfecta, motivada por el temor fi– lial, y contrición perfecta, causada por los nobles y ele– vados motivos de amor de caridad. No cabe duda que es muy conveniente recurrir al te– mor, el cual es como un aguijón penetrante que hiere el corazón endurecido por la culpa; es un freno para con-
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