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176 DR. P. PÍO l\I.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP, ----~ muy elevada y un amor muy puro; pero, supuesta la gracia de Dios, que está siempre pronta para todos los que ponen los medios que estén a su alcance, no nos parece ser cosa tan ardua y dificultosa. ¿ Quién no ve con más o menos claridad que Dios es el Sumo Bien a quien todos deben amar, reverenciar y servir? Y si se le conoce fácilmente como objeto ,dignísimo de amor, ¿quién no se arrepentirá al verle vilmente ofendido? ¿ Habrá corazón tan duro que, al considerar la majestad y bondad de su Dios no se duela vivamente de los ultra– jes que se le infieren? Por otra parte, ¿haría Dios tan costoso y difícil un medio de salvación eterna, para mu– chos quizá el único que pueden usar? Nos resistimos a creerlo de la infinita misericordia del Señor, que no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva. Jesucristo, en el Evangelio, nos dice: "Estad siempre preparados, porque en la hora que menos penséis ven– drá el Hijo del Hombre" (3). Esta preparación que reco– mienda Jesucristo es el estado de gracia santificante, vivir sin pecados mortales, únicos que pueden condenar– nos eternamente. l\Ias, si el hombre tiene la desgracia de cometerlos, el medio rápido, eficaz y fácil es recon– ciliarse inmediatamente con Dios, por medio del acto de perfeeta contrición. Si te amenaza una muerte repenti– na, si caes en una enfermedad peligrosa, si te vence una maligna tentación, quizá no tengas tiempo u ocasión de llamar al ministro del Señor para recibir el sacramento de la Penitencia; pero es muy posible que dispongas de un momento para hacer un acto de perfecta contrición, (3) Luc., XII, 40.

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