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BUSCANDO LA FELICIDAÍl 175 tuvo la Magdalena que oyó de labios del Salvador aque– llas consoladoras palabras: "Le han sido perdonados muchos pecados porque ha amado mucho" (1). Cuanto :mas perfecto e intenso sea el amor, mayor será también la contrición y remisión de los pecados. Es de notar que este amor de benevolencia, apre– ciativarnente sumo, aunque prescinde de otros motivos inferiores a la bondad divina, no los excluye, sin embar– go, positivamente; porque comprende que son confor– mes con el orden moral establecido por Dios, cuya vo– luntad quiere en todo cumplir. La contrición perfecta es de tal eficacia que, supues– tos, implícitamente por lo menos, el propósito de la en– mienda y el deseo de confesarse, perdona por sí sola, an– tes de la recepción del sacramento, todos los pecados y pone al pecador en amistad de Dios. Así lo dijo Jesu– cristo : "El que me ama será amado de mi Padre y Yo le amaré también" (2). Así como el fuego, cuando prende en un bosque, quema todo lo que encuentra, del mismo modo el fervor del amor divino, cuando se enciende en el alma quema, y abrasa todas las malezas que en ella hubiere. Por pequeño que sea el dolor, si llega a tener razón de verdadera contrición, borra las culpas graves. Este era el único medio de reconciliación de que dispo– nían los hombres del Antiguo Testamento y tienen ahora los que todavía viven fuera del redil de la Iglesia y no han podido recibir aún los sacramentos de la Nueva Ley. No falta quien dice que esta contrición perfecta es muy difícil de practicar, necesitándose una perfección (1) Luc., VII, 47. (2) Joann., XIV, 21.
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