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170 nn. P. PÍO M.ª DE MONDTIEGAls'ES, º· F. M. CAP. ---- --··--~-~---------------·· --- las; porque se han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza" (2). En este caso calcula el número más apro– ximado, haz la cuenta por un año, una semana, un día, etcétera, como te sea más fácil. Si ni aun así puedes ma– nifestarlo al confesor, exponle tu estado, dile las malas costumbr0s con que sueles caer y respóndele con senci– llez columbina. De este modo él podrá formarse con– ciencia del estado de tu alma. En cuanto a las circunstancias, si cambian, añaden o diversifican la especie, es necesario examinarlas y con– fesarlas; pero como son tantas y tan variadas las que pueden concurrir al acto y su comprensión moral no está al alcance de todos, lo más práctico y menos molesto es que expreses con sinceridad las cosas como han suce– dido y según el dictamen de tu conciencia. 4. 0 Preguntas también el tiempo que has de invertir en el examen. Nada está determinado acerca de esto. No se puede dar una regla fi.ia. Depende de las perso– nas, de sus aptitudes, del género de vida que tenga, del tiempo que hace que no se confiesan y de otras mil con– diciones que determinarán en cada caso particular lo que prudentemente conviene hacer. Se comprende que cuanto mús agitada sea la vida y mayor sea el tiempo en que no se confiesa, también deberá ser mayor el es– pacio de tiempo dedicado al examen preparatorio. Dios, por el Profeta Jeremías, nos amonesta que "exa– minemos bien nuestros caminos y nos volvamos al Se– ñor" (3). Torna en tu mano una balanza de peso, y divi– de las obras para ver si ('stán en el fiel de la divina 'jm,ticia. (2) Ps., XXXIX. 13. (3) Jer., III, 40,

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