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BUSCANDO L:\ FELICIDAD 169 particulares, débese traer a la memoria las múltiples omisiones que puede haber. Cuenta el Cardenal Belar– rnino que, hallándose un Prelado en el momento supre– mo de la muerte, le preguntó su confesor si quería re– conciliarse. "No me ocurre nada especial, no me recuer– do de haber cometido cosa de importancia", respondió el enfermo. Y a continuación añadió el sacerdote: "Está bien, me alegro; pero de las omisiones, ¿ no le acusa nada la conciencia?" Y derramando amargas lágrimas exclamó: "¡Ah!, sí, las omisiones me atemorizan tre- 1nendamente". 3. 0 En todo ese programa de examen has de consi– derar tres cosas: la gravedad, el número y las circuns– tancias de los pecados. Si en la apreciación de tu conciencia, cuando los co– metiste, eran veniales, corno tales debes tenerlos y acu– sarlos. En este caso no te detengas mucho en su número y circunstancias, porque no son materia obligatoria, aunque sí útil y provechosa. Mas, si son mortales, en– tonces se requiere más diligencia. Hay obligación grave de confesarlos todos y cada uno, sin excepción volun– taria. Y me dices: ¿ Cómo es posible recordar el número de las culpas? A esto te diré que, si la persona lleva una vida honesta y moral, y no ha diferido por mucho tiem– po la confesión, no le será difícil averiguar el número, más o menos exacto; pero si es de costumbres deshones– tas, de vida estragada, si rara vez o casi nunca se con– fiesa, entonces, ciertamente, es moralmente imposible recordar el número matemático. Necesariamente habrá de exclamar con el Profeta penitente : "Señor, rodeado me hallo de mis iniquidades, no puedo ni aun conocer-

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