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168 DH. P. PÍO M.ª llE MONDHECANES, O, F. M. CAP. ---- - ---------------------- penitencia impuesta por el confesor; si tienes alguna cosa que solucionar o arreglar. Despu<''.s debes ir discurriendo ordenadamente lo que hayas faltado por pensamiento, deseo, palabra y obra, con relación a Dios, al prójimo y a ti mismo en los man– damientos de Dios, de la Iglesia, los pecados capitales, los deberes del propio estado ... Trrte a la memoria los lugares, negocios, azares y vi– cisitudes principales de tu vida ... ; de esta manera el fis– cal de la conciencia te irá acusando de las ofensas que hayas cometido. Advierte que al prójimo se le puede ofender de mil maneras, no sólo escandalizando, murmurando y criti– cando, sino cooperando a sus malas obras. Nueve modos de cooperación señalan los moralistas, a saber: man– dando, aconsejando, consintiendo, adulando, ayudando, participando, callando, no impidiendo y no diciendo lo que se debe decir. Son tantos los modos con que se pue– de influir en el mal ajeno que con razón exclamó Da– vid: "Señor, de los pecados ajenos perdona a tu sier– vo" (1). Fija con especialidad la atención en tu estado social, cuyas obligaciones con facilidad se olvidan. Refiérese a este propósito que se confesaba una vez el emperador Carlos V con un piadoso sacerdote; después de haberse acusado de sus pecados personales, díjole el confesor: ".Muy bien; ya ha confesado Vuestra Majestad los peca– dos de Carlos; ahora debe confesar los pecados del em– perador". Y, tanto en las obligaciones generales como en las (1) Ps., XVIII, 14,

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