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CAPÍTULO V PARA QUE REPETIR L4S CONFESIONES Mi apreciable amigo: He estado esperando la lll,YR. que no ha llegado a mis manos; no sé si por extravío o porque te has demorado en contestarme. Creo que será esto último, pues el calor del estío te hace pens::ir más en recibir las suaves y frescas auras de la playa, y en descansar tranquilo bajo las densas sombrns del boso,ue y de la enramada, que pensar en tu amigo y padre, que te atormenta continuamente con pensamientos tristes y melancólicos. Pero, aunque me llames importuno y maclrncón, no me importa. Yo sólo te pido que leas mi corresponden– cia, en la playa o en la montaña, en la ciuda<l o en la casa solariega de tu pueblo natal, por gusto o por sola educación. Tú lee y contesta; el resultado lo verás después. Una sola confesión produce los efectos indicados, pero se aumentan de manera sorprendente si la recepción de este sacramento se repite con frecuencia. Ciertamente que, para cumplir con el precepto ecle– siástico, basta recibir este sacramento una vez al afio, pero eso es muy poco para los verdaderos cristianos que anhelan vivir siempre en la amistad divina. Dada la humana fragilidad, los hombres, en medio de los

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