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152 DR. P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O, F. M. CAP. ---------·~ por la virtud, afición a la vida piadosa, delicadeza de conciencia, santo temor y amor de Dios. Consuela a los afligidos, fortalece a los débiles, anima a los pusilá– nimes, enfervoriza a los tibios, enardece a los fervoro– sos, ayuda a los moribundos y produce otros incontables beneficios. El santo tribunal, amigo querido, está siempre aLier– to para nosotros: el sacerdote del Señor nos espera, la voz de la conciencia nos grita: Mira que tu alma no está limpia, que llevas mucho tiempo sjn confesarte, y la espada de la justicia está a punto de caer sobre tu cabeza. ¿Por qué no te acercas? ¿Qué te detiene'! ¿A qué esperas? Dios te dice : "He aquí que estoy a la puer– ta y llamo: ármate de celo y arrepiéntete". Si hoy oyes la voz de Dios, no quieras esperar mas ni endurece1• tu corazón (2). Despiértate tú, que estás dormido, y te ilu– minará Jesucristo" (3). Estas son las aspiraciones y sen– timientos que debe abrigar tu corazón al considerar los beneficios que Dios te proporciona por medio de la con– fesión: no desprecies esta gracia tan extraordinaria, lan fácil de obtener, y verús el gozo que experimentará tu alma. Muchas veces, amigo núo, he oído de labios de peni– tentes, después de una confesión general, estas o seme– jantes expresiones: "¡Oh! ¡Qué carga tan pesada tenía sobre mí! ¡ Qué de torturas y remordimientos! Ahora me siento feliz, Padre mío. ¡ Ojalá que no hubiera difen<lo tanto tiempo la confesión! ¡ Cuántas inquietudes, ZúZO- (2) Ps., XCIV, 8. (:l) Ephes., Y, 14,

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