BCCCAP00000000000000000000629
BUSCANDO LA FELICIDAD 145 varicadora a recibir el amoroso ósculo de la divinidad anteriormente ultrajada. ¡ Qué beneficio! ¡ Qué consuelo! ¡ Qué gracia tan singular! El hombre pecador era cauti– vo, estaba miserablemente condenado por sus culpas, sobre su cabeza colgaba la espada de la divina justicia; suspiraba por la libertad, por el perdón, por la mise– ricordia. Mas he aquí que ahora, en virtud de la absolución, de esa humilde y contrita confesión hecha al repre– sentante de Dios, se cumplen sus deseos, echa de su conciencia el peso que le oprimía y puede exclamar con el salmista: "Habéis roto mis cadenas, Señor; mi alma ha conseguido la libertad como el pájaro que huye de la red del cazador; la red se ha roto y me he escapado. Todos esos vínculos que me ligaban a las cosas creadas se rompieron y vuelvo de nuevo a mi Dios, océano de bondad y misericordia" (2). Cuando el hijo pródigo volvió a la casa paterna y pidió humildemente perdón a su padre y confesóle sus extravíos, no le echa en cara sus crímenes e ingratitu– des; antes al contrario, lleno de compasión y misericor– dia, le abraza, le da el ósculo de paz y reconciliación, y dice a sus servidores: "Corred y traedme el más vis– toso manto de mis roperos, y vestídsele, ponedle el más brillante anillo en sus manos, cubrid sus desnudos pies con el más precioso calzado, y celebremos todos repletos de alegría un espléndido banquete. Yo creí muerto a mi hijo, pero vive todavía y quiero usar con él de bon– dad y misericordia". Esto sucede con el pecador arre- (2) Ps. 116,16; 123,7. 10
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz