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140 DR. P, PÍO M.ª DE MONDREGANES, O, F, ?\L ------· -~~-· - ---- para las cosas temporales, ¿no podrá Jesucristo, Salva– dor de los hombres y Autor de la gracia, para las cosas espirituales'? Sería necedad atreverse a negarlo. Un día, dirigiéndose a San Pedro, Príncipe del Apostolado, le dice: "Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo los que ligares sobre la tierra serú ligado en el cielo, y todo lo que soltares sobre la tierra serú también desatado en el ciclo (6). Y hablando en seguida con to– dos sus Apóstoles repite en plural las mismas palabras: "En verdad, en verdad os digo que todo aquello que ligareis sobre la tierra será ligado en el cielo, y todo lo que desatareis sobre la tierra será desatado en el cie– lo" (7). Esta no es más que una promesa, cuyo cumpli– miento tendrá lugar desput'.•s de su Resurrección gloriosa, confiriéndoles de hecho solemnemente sus poderes. "Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros... Recibid el Espíritu Santo; a los que perdonaréis los pe– cados serán perdonados, y a los que retuviereis serán retenidos" (8). Las palabras son claras y terminantes, y no ofrecen dificultad alguna. Jesús, acabada su obra en este mundo, debe ausentarse y volver al Padre; mas antes confiere sus poderes a sus discípulos para que los continúen hasta la consumación de los siglos. ¿ Y cómo podrán retener o perdonar los pecados sin cono– cerlos? ¿ Cómo pueden juzgar de los delitos sin acusa– ción? ¿ Cómo castigarán los jueces los crímenes que ig– noran? Luego la consecuencia es obvia, amigo mío: la confesión y la acusación del reo son necesarias. No se puede ahsolver ni condenar sin conocimiento de causa, (6) ~latt., X\'I, l!l. (7 J l\latt., X\'111, 18. (8) Joann., XX, 22-23.
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