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BUSCA..'l"DO LA FELICIDAD 139 dignidad de sacramento, capaz de perdonar todas las ofensas contra Dios, por enormes que sean. Él era el verdadero Redentor que vino a buscar la oveja desca– rriada para volverla al redil; era el Padre cariñoso e indulgente que salía al encuentro del harapiento hijo pródigo; era el piadoso Samaritano que se encargó de curar las heridas del desgraciado que encontró medio muerto en el camino de Jericó; era el Cordero de Dios que vino a borrar los pecados del mundo; era Aquel que dijo en alta voz: "Confía, hijo; tus pecados te son per– donados" (4). Entonces los doctores de la Ley y los fa– riseos decían entre sí: "¿ Quién es éste que de tal modo blasfema? ¿ Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?". Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dice: "¿ Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿ Qué es más fácil de decir: Tus pecados te son perdonados, o Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en el mundo de perdonar los pecados: Levántate, yo te lo mando--dijo al paralíti– co-; toma tu cama y marcha a tu casa". Y en el mismo momento se levantó el paralítico en su presencia, y, co– giendo la cama en que estaba acostado, se volvió a su casa, glorificando al Señor (5). Ante estos y otros muchos brillantes testimonios es patente que Jesús tenía poder de perdonar los pecados a los hombres. Ahora bien, los reyes y potentados de la tierra pue– den enviar sus plenipotenciarios para concluir tratados y hacer alianzas, pueden delegar sus poderes en sus mi– nistros para obrar en su nombre y en virtud del derecho que les reviste. Lo que pueden los príncipes de la tierra (4) Matt., IX, 2. (5) Marc., II, 8-10.
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