BCCCAP00000000000000000000629
138 DH. P. PÍO :r-r,• DE MONDREGANES, O. F, M. CAP. ----- ------------------- ----- de confesión entre los indios, usando en algunas regio– nes, como en el Perú, de sortilegios para conocer si la confesión del penitente había sido sincera. Algunos pa– ganos tenían costumbre de confesar en la celebración de los misterios de Baco, de Venus, de Adonis y otras divinidades. Y el mismo autor dice que Marco Aurelio, para concurrir a los misterios de Ceres Eleusina, se vió obligado a confesarse con Hierofante. En el Antiguo Testamento encontramos gran número de pasajes que nos demuestran que existía una especie de confesión pública, obligatoria para los que habían cometido ciertos crímenes. En el capítulo 5 de los Nú– meros se lee: "Di a los hijos de Israel... cuando come– tieren alguno de los pecados que suelen acaecer a los hon1bres, y por negligencia traspasen el precepto del Sefior, y delinquieren, confesarán su pecado" (1). Y en los Proverbios: "El que oculta sus maldades no será dirigido; pero quien las confesare y abandonare conse– guirá misericordia" (2). De San Juan Bautista nos dice el Evangelio que acudían a él de Jerusalén y de toda la Judea, y de toda la tierra de la región del Jordán, y eran bautizados por él, confesando sus pecados (3). Así te podría ir enumerando otros muchos testimonios que nos evidencian esa misma verdad. Pero todas esas confesiones implícitas o explícitas eran humanas, no tenían valor por sí mismas de perdo– nar las culpas cometidas contra la Majestad Divina, se– rían, a lo sumo, externas manifestaciones de arrepenti– miento; mas Jesucristo las transfiguró, las elevó a la (1) Núm., V, 6. (2) Pro11., XXVIII, 13, (3) Matt,, Ill, 6.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz