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BUSCANDO LA FELICIDAD 135 la llave maravillosa que abre las puertas del cielo y cierra las del infierno, es la medicina eficaz contra las enfermedades del alma, la tabla de salvación para los náufragos de la vida moral, el bajel que nos puede trans– portar desde las orillas de este mundo hasta las riberas del otro. Sin esta institución el culpable caería en la desespe– ración. ¿En qué seno descargaría el peso de su corazón? ¿ Acaso en el de su amigo? Mas, ¿ quién puede contar con la amistad de los hombres? ¿,Buscaría los desiertos como confidentes? Los desiertos resuenan siempre como ame– nazadores para el crimen, como el eco de aquellas trom– petas que el parricida Nerón creía oír en derredor de la tumba de su madre. Cuando la naturaleza y los hom– bres se nos muestran despiadados es muy tierno hallar un Dios pronto a perdonarnos. Sola la religión cristiana pudo hacer hermanos el arrepentimiento y la inocencia. Pero, ¿no es acaso la confesión invención de curas y frailes para explotar a las gentes crédulas y tímidas, para consolar a los niños y a las afligidas mujercillas? No me detengo ahora a refutar estas y otras sandeces por el estilo, de las cuales te hablaré en otro lugar. Sólo te digo que la confesión es una institución divina, con– forme con la psicología del alma racional y con las exi– gencias del humano corazón. No se escapó esta observa– ción al genio de Platón cuando escribió en su Gorgias: "Si uno-dice-ha cometido una injusticia, preciso es que se persone en el lugar en que pueda recibir una co– rrección conveniente y que se apresure a entregarse al juez. Conviene que allí se acuse él mismo el primero de todos, y no guardar en secreto su crimen, sino con– fesarlo a la luz del día, para que reciba el justo castigo

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