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CAPiÍTt:LO PRll\IERO LLA l'E DE ORO PA.RA A.BRIR EL CIELO: LA CONFESION Nuestro amigo y corresponsal nos ha dirigido una muy atenta y afectuosa carta, de la que copiamos los siguientes párrafos: "No es muy difícil, amado Padre, conve,ncerse de que estamos creados para la felicidad, cuyo objeto verdadero sólo se encuentra en Dios, bondad suma y belJeza increada. También se comprende fácil– mente que el camino único para llegar a la prometida bienaventuranza es la observancia fiel de las leyes y el cumplimiento exacto de los deberes del propio estado. Pero los que hemos caído tantas veces en la culpa, los que hemos naufragado con tanta frecuencia en el mar proceloso de la vida y nos hallamos sepultad0s en el abismo sin fondo de pecados, mal podremos arribar a las tranquilas playas de la felicidad. Considerando estas cosas me lleno de melancolía, el horizonte se me pre– senta obscuro, el porvenir incierto e ideas de desespera– ción cruzan por mi mente". Mucho te compadezco, amigo querido. Es cierto qm> ninguno puede entrar manchado en el reino de los cie– los; ninguno que muere con culpa grave tiene acceso a aquellas moradas de paz, de justicia y santidad. En los tribunales humanos algunas veces puede encubrirse
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