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IHISCANDO LA FELICIDAD 127 ---- -- de batalla primero que traicionar a su patria; a los ministros del Señor que exponen sus vidas en la asisten– cia a los apestados; y a otros mil que se re1>1sten varo– nilmente a todas las dificultades que se oponen al cum– plimiento de los propios deberes. Este es el verdadero honor y la piedra de toque de la sólida vü lud. En el examen final del Supremo Juez no se nos preguntará sobre las fortunas, los honores, los placeres, los nego– cios, las hazañas, sino que se nos dirigirá una sola pre– gunta: ¿Cumpliste fielmente con tus deben..s'! l 1 eliz el que pueda responder: Señor, yo he procurado cumplir lo 111.ej or posible con mis deberes de hombre racional, de cristiano, de esposo, de padre, de hijo, de &acerdote, de médico, de abogado, de juez... Mi vida la he emplea– do en estudiar, conocer, amar y cumplir la& obligacio– nes propias de mi estado. Yo no he realizado grandes empresas, obras portentosas, ni dado cuantwsas lunos– nas, n1 aun hecho nmchas obras buenas de :mpe1eroga– ción; pero me he esmerado cuanto he podiao en cum– plir co11 los deberes espirituales, materiales, familiares, etcétera, de mi estado. Entonces le dirá el Jue;i;: l:.,'nlra en el gozo de tu :ie11or (1). Recibe el galardón merecido. El Juez no iiene otro código ni otro libro para juzgar las obras de los hombres más que la observan<:ia <le sus deberes generales y respectivos. De aquí que, cualquier estado o <:ondición que tengas en la vida, puedes santi– ficarte y salvarte. No hay otro medio ni olro camino; fue– ra cte esto es correr por veredas extraviadas que con– ctu<:en a la perdición. Como dij o el Profeta David: "Los (l) Matt., XXV, :!l.

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