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126 BUSCANDO LA FELICIDAD modalidades distintas. Por ejemplo, el cuarto precepto del Decálogo, que trata de la autoridad y subordinación, no se aplica igualmente a todos los superiores e inferio– res. Aquellos pueden ser padres, profesores, patronos, jefes, reyes, etc.; éstos, a su vez, hijos, discípulos, servi– dores, empleados, vasallos... Y es evidente que no se dan entre ellos las mismas relaciones y obligaciones mo– rales. Mas, cualquiera que sea su condición o categoría, todos, sin excepción, están obligados a cumplir sus debe– res respectivos. El estado será voluntario o libre, agra– dable o desagradable, honroso o humilde, f ác1l o dificul– toso; pero siempre tenemos que cumplir con los deberes que impone. No puede decirse que sea una cJsa arbitra– ria; porque sería contradecir a la conciencia, a la evi– dencia de la razón y a la historia de todos ios Liempos. El deber no es un fingimiento de novelistas y poetas, ni cuentos de engañosas hadas; es un rey que con im– perio mayestático nos manda y reclama nuestra suje– ción y rendimiento. Ciertamente que muchas veces el cumplimienlo del deber es duro, penoso, monótono, exige sacnficios, pero no hay más remedio que conformarse. Estas dificulta– des no deben intimidar al hombre, y sobre Lodo al cris– fümo, firme y decidido. Es necesario que permanezca fiel al cumplimiento del deber antes que hunnllar co– bardemente su frente hasta el polvo de la culpa. Recordemos los ejemplos admirables de los Apóbto– les y mártires, que, antes de quebrantar su deber de con– fesar la fe cristiana, ofrecen gustosos sus vidas; a las vírgenes inocentes que inclinan sus frentes ante la ta– jante espada del tirano antes de mancillar su pureza virginal; a los héroes que prefieren morir en los campos

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