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124 DR. P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. -----···-----·· ·---·------•»----··-- - meternos a su magisterio infalible teóricamente y des– pués vivir en desenfrenada libertad o indiferencia es una inconsecuencia muy lamentable. Grande, en verdad, es la ceguera e insensatez de mu– chos individuos y pueblos que se dicen católicos; pero su conduela difiere total o parcialmente (k: los princi– pios que el catolicismo enseña. Para dar objetividad real a nuestras creencias es preciso pensar como cató– lico, sentir como católico, vivir como católico y obrar como católico. Entonces es cuando la Iglesia es luz que ilumina nuestros pasos y seguro bajel que nos transpor– ta, a través del proceloso mar de la vida, a fas playas de la eternidad feliz. "Escucha, hijo mío-dice el Sabio-, la doctrina de tu Padre y no abandones la ley de tu Madre" (6). Los ne– cios desprecian la sabiduría y la doctrina; aunque te ha– laguen no condesciendas con ellos, huye de su compa– ñía, porque sus pies corren al mal, y en las mismas ase– chanzas que ponen a otros encuentran su propia ruina. Estas palabras de la Escritura son igualmente aplicables a todos los cristianos, hijos de Dios y de la Iglesia. Guar– da, pues, la doctrina paterna de los mandamientos de Dios y la ley materna de los preceptos de la Iglesia, que habla por boca de sus Pontífices y Ministros. Huye de los apóstoles dé la impiedad y del indiferenlismo re– ligioso; rinde humilde y filial obediencia a toda legisla– ción eclesiástica para que se añada gracia a tu cabeza y consigas la corona de inmortalidad. Esto es cuanto pide para ti el mejor de tus amigos, que nunca te olvida delante del Crucifijo, Fr. Pío. (6) Prov., I, 8.
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