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122 DR. P. PÍO M.ª DE l\fONDHEGANES, O. F. M. CAP. --------- mo ya a separarse de ellos, les dirige estas memorables palabras: "A Mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra; id, pues, e instruid a todas las gentes, bautiz{mdolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándolas a observar todas las co– sas que yo os he mandado (1). El que a vosolros oyere a Mí me oye, el que a vosotros desprecia a Mí me des– precia" (2). Y, dirigiéndose sólo a San Pedro, le <lijo: "Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edifi– caré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalece– rán contra ella" (3). Yed aquí transmitida la obra re– dentora de Jesucristo a sus Apóstoles y a todos sus suce– sores; a Jesucristo hablando y enseñando por medio de sus delegados, mandando por sus ministros, perdonando por sus sacerdotes. La Iglesia católica, en virtud de la potestad recibida del mismo Cristo, tiene sobre lodos sus miembros autoridad de maestra infalible para ense– ñarnos corno discípulos; autoridad de madre para diri– girnos corno hijos; autoridad de juez para castigarnos como súbditos. Con esta triple prerrogativa promulga los dogmas infalibles de la revelación, da las normas o le– yes seguras de la moral, ordena las reglas de la disci– plina santificadora. Por sus dogmas cautiva nuestro en– tendimiento y le preserva del error, por su moral dirige nuestra voluntad y la libra del mal, por su disciplina regula nuestras acciones humanas hacia los destinos eter– nos del cristiano. Nosotros, por el bautismo, hemos sido incorporados a esa sociedad, somos súbditos y vasallos de Jesucristo (1) Matt., XXVIII, 19-20. (2) Luc.. X. 16. (3) l\latt., XVI, 18.
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