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CAPÍTULO XII LOS PRECEPTOS DE L.4 IGLESIA. Mi querido amigo: En nuestra amigable correspon– dencia hemos venido hablando de la ley de Dios, de sus efectos, propiedades, sanciones, etc. Como hemos visto, estos preceptos, que están naturalmente grabados en el corazón del hombre y fueron promulgados ostensible~ mente por Dios en el Antiguo y Nuevo Testamento, se extienden a toda clase de personas sin excepción alguna, cualquiera que sea su condición, secta o religión que pro– fesen. Pero nosotros los católicos, además de estos manda– mientos divino-naturales, tenemos otros muchos que nos impone la religión que abrazamos. Jesucristo, enviado por el Eterno Padre para la redención del género hu– mano, no permaneció en este mundo más que algunos años, no predicó ni enseñó más que en algunas regiones de la Palestina; sin embargo, sus enseñanzas, como su redención, debían ser universales en el tiempo y en el espacio. ¿ Cómo, pues, se verificará esta universalidad? Jesucristo encontró una solución muy fácil, establecien– do una sociedad perpetua, infalible y única, que llama– mos la Iglesia católica. Para esto escogió Jesús doce hombres que llamó Apóstoles o enviados y constituyó a uno Jde de lodos los demás, comunicándole su divina autoridad. Próxi-
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