BCCCAP00000000000000000000629

BUSCA.· 1 ,rno LA FELICIDAD 119 tenta con ella, y su abuela mucho más loca todavía. Esta buena mujer le hizo una caperucita encarnada que le sentaba tan bien que por todas partes se la conocía por ''la de la caperucita roja". Un día la niña fu(, enviada por su madre a casa de su abuela. La de la r'1perucita conocía muy bien el camino, por junto al molino que veis allá abajo, allá abajo, a la primera casa del pue– blo ... El camino era bien trillado y bien seguro. Pero sin duda estaban en el mes de junio. Los úrholes esta– ban tan pomposos y verdes, había tan dulces mnrmullos en las hojas, las flores despedían tan grato perfume en la pradera, los pájaros cantaban tan alegremente adere– zando su nido, y volaban sobre las zarzas tan lindas ma– riposas... La niña de la caperucita se metió en el bos– que, y se fué a oír el murmullo de las hojas y el canto de los pájaros, y se puso a recoger flores y cazar maripo– sas, y dejó lejos la carretera. ¡ Ah, nosotros obramos como ella, y, como ella encontramos el lobo! (3) Y, si nosotros sabíamos bien el camino, sabíamos bien que no debíamos ir por el bosque, ni correr tras los pájaros, ni entretenernos en recoger flores, ni en pnseguir a las mariposas, sino correr por el camino recto y seguro que nos guía a nuestra eterna mansión... Para terminar ésta, y no hacerme más pesado, te recuerdo otra vez la sentencia del Divino Redentor a aquel joven del Evangelio: "Si quieres entrnr en la vida, observa los mandamientos" (4). Esto es cua11to te desea en lo íntimo del corazón tu afectísimo Padre Fr. Pío. (3) Obras amenas.-La Ilusión. Conferencia familiar, p. 61-62, Bilbao 1895. (4) Matt., XIX, 17,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz