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BUSC,\NDO LA FELICIDAD 117 los mandamientos, guarda la ley". "¿ Qué ley y qué man– damientos tengo que observar?" Entonces Jesús le hizo nn breve resumen del Decálogo y le exhortó a que aban– donara todas las cosas y le siguiese. Aquí el divino Le– gislador y l\Iaestro pone una sola condición, cierta e m– dispensable, para conseguir el último fin y llegar a la posesión de la eterna felicidad: la ohservancia de la ley. El cumplimiento de esta ley, esculpida naturalmente en el corazón del homhre, escrita por el mismo dedo de Dios en tahlas de piedra, declarada, confirmada y pre– dicada de nuevo por Jesucristo en la nueva alianza, es el camino único, real y verdadero que nos conduce al paraíso; ese Decálogo que aprendimos en el regazo de nuestra madre, cuando nos colocaba sobre sus rodillas, nos estrechaha contra su pecho y nos imprimía tiernos ósculos, es el haj el seguro que nos transportará de las orillas de este proceloso mar de la vida a las playas es– plé,ndidas de la eternidad bienaventurada. He aquí delante de mí el sendero de la perfección, la vía regia de la santidad; es única, directa, recta, f á– cil y segura. l\Iuchos no sahen encontrarla o rehuyen se– guirla, y caminan por las vías difíciles y múltiples de las criaturas, e ignoran culpablemente las vías del Se– ñor. No es necesario para caminar por ellas talento, sa– gacidad, ciencia, riqueza, poder; el hombre más senci– llo, pobre e ignorante puede libremente recorrer su tra– yectoria sin extraviarse ni confundirse. No está en el cielo para que podamos decir: ¿ Quién de nosotros po– drá escalar sus alturas para traerla y oírla? No esta si– tuada a la otra parte del mar para que nos excusemos diciendo: ¿ Quién podrá atravesar los mares para ir en busca de ese tesoro inestimable con que podamos com-
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