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BUSCANDO LA FELICIDAD 111 niencia de que exista esa expiación eterna de la culpa. Oigamos el bello razonamiento que sobre esta verdad hace el angélico Doctor Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica. Dice así: "La razón por la cual el pe– cado acarrea el reato de la pena es por su perturbación del orden; pero mientras persevera la causa debe per– severar también el efecto; de lo cual se sigue que, en tanto dure la violación del orden, es necesario que per– manezca también el reato de la pena. Ahora bien, pue– de alguno perturbar el orden de manera reparable o irreparable. El defecto por el cual se destruye el princi– pio es siempre irreparable; mas, si se salva el principio, pueden con su virtud repararse los demás defectos. Así, por ejemplo, una vez destruído el principio visivo, há– cese imposible la recuperación de la vista, a no ser por virtud divina; mas si, quedando en salvo el principio vi– sivo, sobrevienen algunos impedimentos a la visión, pue– den éstos remediarse por la naturaleza o por el arte. Pues en cualquier orden hay algún principio por el cual viene uno a hacerse participante de aquel orden; de donde se sigue que si por el pecado se ataca al principio del orden, el cual hace que la voluntad humana se so– meta a Dios, habrá un desorden, cuanto es de suyo irre– parable, por más que pueda repararse con el poder di– vino. El principio de este orden es el último fin, con el cual se junta el hombre mediante la caridad. Y por esto todos aquellos pecados que apartan al hombre de Dios, robándole la caridad, en cuanto es de sí, acarrean un reato de pena eterna" (L1). Además, toda ofensa hecha a la Majestad Divina reviste cierta infinidad por oozón (4) Summa Theol., 1-2, q. 87, a. 3. S11pp., q. 99, a. 1.

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