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BUSCANDO L.\ FELICIDAD 99 ciado y tocado por el dedo de Dios, gime y exclama: "Sé que mi Redentor vive, y que en el último día he de resucitar del polvo de la tierra, y que yo mismo le he de ver, yo y no otro; y que estos mis ojos le han de contemplar, y que en propia carne he de ver a Dios mi salvador" (1). Para excitar Dios a Abraham al cumplimiento del precepto le dice: "Yo, Yo mismo seré tu recompensa, grande sobremanera" (2). Y el Real Profeta se goza cuando vislumbra ya como en lontananza la gloria que disfrutan los bienaventurados y canta al Señor: "Los justos habitarán en la abundancia de vuestra casa y be– berán los torrentes de la felicidad, y los iluminaréis con vuestra propia luz" (3). Con razón el Apóstol, arreba– tado al tercer cielo, después de contemplar los arcanos de la Divinidad, dice "que ni ojo vió, ni oído oyó, ni co– razón llegó jamás a comprender lo que Dios tiene re– servado para los que le aman" (4). Observa que esta unión, este abrazo, este ósculo de Dios con la criatura no serán momentáneos ni durarán millones de años, sino que permanecerán por los días sempiternos. La tierra con todas sus bellezas y hermosu– ras desaparecerá, las estrellas del firmamento perderán su brillo. los astros todos terminarán su curso y serán destruidos, las fuerzas de la creación visible perderán su virtud; el universo entero, que un día saltó de júbi– lo por aparecer en la existencia y emprender la carrera (1) Job., XIX, 25-26. (2) Gén.. XV. 1. (3) Ps., X,'{XV, 9. (4) I Cor., II, !l.

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