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todos los esfuerzos 1posibles para librar a Roma de la destrucción y d,1., 1a ruina que le amenazaba, y todos los romanos y católicos le aolamanos el Liberator civitatis. Durante su pontificado, y a ipesar de situaciones muy difíciles, la Santa Sede e,;tableció relaciones diplomáticas con muchos Estados, aún fuera del campo católi:co. Actualmente tienen representantes ante el Va– ricano los s,iguientc, paíse.,: T ap6n, China, Filipinas, Líbano, Egipto, Etiopía, Finlawlia, India, Indonesia, Irán, Pakistán, y Siria. Además de estas rebciorH'5 oficiales con esos países de misión, el Papa Pacelli recibía en audiencia y se ponía en contacto con hombres y autoridades de todas las categorías y creencias como Pandit Nehrú, el Shá de Persia, la Emperatriz Anam, el Rey del Congo, Pedro VII, el Maharaja del Mysore, el Príncipe l\faisur de Africa, ministros plenipo– tenciarios del Japón y el Príncipe heredero, Embajadores del Líbano y de Egipto, Presfrlente de la Liga Isl.imica y otros muchos personajes que sería prolijo enumerar. Así adquirió para su petsona y para la Sede de Pedro admiración, simpatía y ,prestigio. En las intervenciones ,políticas y en siituaciones difíciles procurab,; inculcar ,s,iempre la paz, d respeto a la persona humana, la mutua con vivencia, el orden v la justicia. Su lema eran las palabras del Profet,1 Isaías: Opus justitiae pax (3). Podemos afirmar que este Pontífi.ce d,e la paz ejerció una influencia extraordinaria de atracción y de exf1ansión en todo d mundo en favor de la Iglesia una, católica, ,apostólica, romana. Pío XII y la Iglesia misionera. La Igiesia ins,tituída por Jesucristo debe ser universal y una por su misma naturaleI.a. No puede s,er una confederación de naciones o religiones. Las notas de unÍ'versalidad y de unidad son absolutamente necesarias. El Papa Pío XII insistía mucho en ,estos conceptos. En la Encíclica Acl Sinarum gentem protestaba con– tra la Iglesia nacional que 1pretendían los comunistas fundar en China; ésta no sería la 'Soóedad fundada por Jeisucri'Sto ( 4 ). En muchas Alocuciones y en las tres encíclicas misioneras Mystici Corporis, Evangelii Praecones y Ficlei donurn inculca la universalidad y unidad de la Iglesia sobre toclas las naciones sin límites ni fronteras de ningún género. En la Alocución del 24 de diciembre 1946 decía: « La Iglesia es madre, Sancta iYlate: Erclesia, una verdadera madre, Madre de todas la'S naciones y ele todos los pueblos no menos que todos y cada uno de los hombres, y, precisamente por ser Madre, no pertenece ni puede ( 3 ) XXXII, 17. (4) AAS., t. 47, 1955, pág. 12. 4
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