BCCCAP00000000000000000000626
LA DIVINA PROVIDENCIA 91 sus amigos, Elifaz, Bildad y Sofar. Job reconoce que Dios es infinitamente sabio, poderoso y justo, y canta él mismo las perfecciones divinas y añade: ¿ "Quién no ve en todo esto que es la mano de Dios que lo hace; de Dios, que es el dueño de todo viviente y del espíritu de los hom– bres?" (19). "Aunque llevara mi carne entre mis dientes y tuviera mi vida en las palmas de las manos; aunque Él me matara, no me dolería y defenderé ante Él mi conduc– ta y Él vendrá a ser mi justificador, pues no hay impío que sostenga su presencia" (20). Elifaz insiste con un segundo discurso, sosteniendo que él hace mal en lamentarse, porque todo hombre es culpa– ble delante de Dios (21). Job responde (22): "He oído ya muchos discursos semejantes; duros consoladores sois to– dos vosotros. ¿,Tendrá!n, término los vanos discursos?... También yo podría hablar como vosotros si vosotros es– tuvieseis en mi lugar" (23). El mismo defiende todavía su inocencia y apela a Dios como árbitro entre él y sus ami– gos: "Aunque no hubo en mis manos injusticia y fue lim– pia mi oración. No cubras, oh tierra, mi sangre, no cese mi clamor. Ahora, pues, en los cielos está mi testigo; allá arriba está mi fiador. Aunque me escarnecen mis ami– gos, mi oración llegó a Dios, las lágrimas de mis ojos co– rren, ante Él. ¡ Oh si hubiera árbitro entre Dios y el hom– bre, como lo hay entre el hombre y su prójimo!" (24). Bildad hace un segundo discurso (25) diciendo que el im– pío es siempre infeliz sobre la tierra; pero esta vez no aña– de consolaciones y promesas. Para él Job es un culpable. Los amigos de Job le oprimen con sus coloquios, olvidán- (19) XII, 9-10. (20) XIII, 14-16. .{21) XV, 14-15. (22) XVI, 1-2. (23) XVI, 2-4. (24) XVI, 17-21. (25) XVIII.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz