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86 P. PÍO M,ª DE MONDREGANES, O. F. M. CAP. contra el monte de Sión, contra la casa que es posesión de tus hijos. Haz que todo tu pueblo y cada una de sus hi– hus reconozca y sepa que Tú eres el Dios de toda forta– leza y poder, que no hay otro fuera de Ti que proteja al linaje de Israrl" (11). Después de esta fervorosa y confidente plegaria Judit sale al campo acompañada de su sierva, se presenta a Ho– lofernes; su hermosura y sus palabras Je seducen, fa deja vivir en libertad, la ofrece un banquete. Holofernes se dur– mió por la embriaguez, Judit se acercó a su lecho, tomó su alfanje y le ccrtó la cabeza. Atravesando el campo ene– migo, regresó a Betulia, mostró la cabeza de Holofcrnes a los israelitas y al general Aquior, hencidiéndola todos. Ju– di,t les aconseja que salgan al ca:mpo enemigo, y los asi– rios, descubierto el golpe decisivo de Judit, huyeron des– baratados. Los israelitas se apoderaron del rico botín. Ben– dijeron a Dios y cantaron el himno a la heroína ... Joaquín, sumo sacerdote, y el senado de los hijos de Israel que moraban en Jerusalén, vinieron para contemplar los bie– nes que el Señor había hecho a Israel y para ver a Judit y darle la enhorabuena. En cuanto entraron en su casa, todos a una la aclamaron diciendo: "Tú, orgullo de Jeru– salén; tú, gloiria ,de Israel; tú, honra de nuestra nación; por l11 mano has hecho todo esto; tú has realizado esta hazaña en favor de Israel. Que se complazca Dios en ella. Bendita seas tú del Señor omnipotente por siempre jamás". Y todo el pueblo respondió: "Amén" (12). He aquí cómo Dios se sirve de los humildes y de los débiles para confundir el orgullo y la ambición de los so– berbios. Los caminos de la Providencia no son siempre conformes a los caminos de los hombres. (11) Judit, IX, 2-14. (12) Judit, XV, 8-10.
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