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P. PÍu M." DE MüNllHEGANES, O. _F. _M. CAP. siempr{', pues no he venido por mi voluntad, sino por la ele Dios; por lo que a Él debéis bendecir siempre" (9). Tobit, en un, transporte de júbiio, dijo: "Bendito sea Di(}s, que yive por los siglos, por tndos los siglos perma– ll('CC su reino. Potque 11:l azota y se rompudeee, lleva al se– pukro y saca de é•l; nadie hay que <'sea pe de su mano. Confrsaclk, hijos de Israel, ante las naciones; pues Él nos dispersó enirc ellas. Pregonad aquí su majestad, ensalzadle entre lodos los vivientes, que í;:l es nuestro Señor y nues– tro Dios, í;;l nuestro Padre por los siglos de los siglos" (10). Judit. Nalmcodonosor, rey de los asirios, ambicionaba dominar todo el mmulo. Envió al general Holoferncs con un inmenso ejé,rcito a las regiones occidentales, que iba destruyendo. Los israelitas se preparan para la defensa, oran y ayunan para obtener la victoria. Holofern,es se irri– tó por los buenos consejos que le dio el general Aquior, jefe ele los ammonitas. Puso asedio terrible contra la ciu– dad de Betulia, pensando conquistarla por la sed y por el hambre. Había en la ciudad una famosa viuda, hija de :\Ierari y mujer <le l\Ianasés, ya difunto. Enterada de que los presbíteros ya estaban preparando la en.trega de la ciu– dad a los enemigos les reprendió, les instruyó y les propu– so librar a la ciudad del inminente peligro. Judit, postrúndose rostro en tierra, echó ceniza sobre sus cabellos y descubrió el cilicio que llevaba ceñido. Era precisamente la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en la casa de Dios, el incienso de la tarde, cuando clamó Ju– dit con gran voz al Señor, diciendo: "Señor, Dios de mi padre Simeón, en cuya mano pm;iste una espada para to– rnar venganza de los extranjeros que habían violado una doncella para su deshonra, poniendo al descubierto sus muslos para su vergüenza y profanando su seno para su (9) Tob., XII, 16-17. (10) Tob., XIII, 1-4.
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