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5i p. Pio M.ª DE MONDREGANES, O. F. M. t.AP. -----------------'--------·---- --·~ Que esta virtud se dé en Dios no cabe la menor duda, por– que es la verdad y la santidad por esenda. Dios no puede engañarse ni engañarnos. Pero tratándose de la simplicidad de Dios en si mismo se entiende que es uno e indivisible, que no puede. constar de partes o divisiones. No consta de partes materiales, porque es espíritu pu– rísimo; ni de partes ,espirituales, porque es una sola esen– cia indivisible. Su simplicidad es mayor que la del ángel. Es el ser subsistente, acto purísimo sin potencialidad al– guna imaginable. Los atributos divinos se refieren a nues– lr'v modo de entender, pero, en realidad, no se distinguen. ARTÍCULO 2.l" Inmutabilidad de Dios. Dice Santiago: "Todo buen don y toda dádiva perfeda '\-iene de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni sombra de alteración" (3). Dios no se cambia en lo más mínimo. Nada puede adquirir, nada puede perder. No sólo es inmutable en cuanto a la subs– tancia y esencia, sino también en cuanto al entendimien– to, a la voluntad y a la acción, porque todo lo conoce, lo quiere y lo decreta ab aeterno. Dios es inmutable, no a manera de un ser inerte y sin vida. Su inmutabilidad se armoniza admirablemente con su vida eterna y con su potencia infinita. Por la creación del mundo no hubo mutaciones inter– nas, sólo externamente; a nosotros aparecen esas mutacio– nes del no ser al ser. Los cambios se verifican en las cosas finitas y dependientes. (3) Sant., 1, 17.
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