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LA DIVINA PHOVIDENCIA 45 anciano, el ignorante y el sabio, la mujer y el hombre leen su nombre escrito con caracteres indelebles en el universo y gritan a una voz con el Profeta Rey: Caeli enarrant gloriam Dei, et opera marmm eius ammtiat firmamen– tum (15). Feliz el hombre que lleva dentro de sí a Dios y le obe– dece; feliz si en sí tiene u11 ideal de belleza, de arte, de ciencia y de patria; un ideal de las virtudes del Evangelio. Estos son los manantiales vivos de los grandes pensamien– tos y de las grandes acciones. Todo se ve claro a la luz de lo infinito. Contemplemos a Dios en sus nu¡.gníficas obras y reco– nozcamos sus huellas en todas las criaturas. Alabemos sus maravillas, adoremos su majestad y re• verenciemos su santo nombre. Sigamos las disposiciones de su Providencia. Cumplamos sus !{•yes y digamos: '·; Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo!". ARTÍCULO 3.~ Pruebas de orden moral. Además de estas pruebas de orden metafísico y físico existen también otras de orden moral, las cuales, aunque no tengan tanta evidencia, sin embargo, nos confirman más la certeza que tenemos de la existencia de un Ser Supre– mo, sin el cual no podrán explicarse suficientemente esos fenómenos. Dejando a una parte las pruebas ontológicas, de las cuales hablan algunos filósofos escolásticos, nos concreta– mos sólo a las pruebas que proceden de nuestro yo. (lf,) Sal., XYIII, 2.
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