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LA DIVINA PROVIDENCIA 43 ¿, Cómo vinieron los seres vi.vos, los vegetales, animales, el hombre? d) Se acude a la evolución. Mas, en primer lugar, ¿por qué existe tal evolución? ¿ Por qué leyes se rige? ¿ Por qué de esta decantada evolución resulta tal armonía, tal re– gularidad, tal constancia y no el caos, la confusión y el desorden? Nada nos asusta la evolución; que sea verda– dera o falsa no n-0s importa. Siempre y en toda hipótesis, sin detenernos a examinar sus fundamentos científicos, se realizará bajo la dirección de una inteligencia que se ocul– ta tras de la nebulosa. ¿ Quién la lanzó al espacio, quien le dio el movimiento y sus leyes, quién dirige sus combina– cion,es? Un principio inteligente, un sabio piloto, causa de todo orden, finalidad, gobierno y perfección. Muy bien escribía Balmes: "Nunca me he devanado mu– cho los sesos para buscar pruebas de la existencia de Dios: La Historia, la Física, la Metafísica servirán para demos– trar todo lo que se quiera, pero confieso ingenuamente que para mi convicción no he menester tanto aparato cientí– fico. Saco el reloj de mi faltriquera y, al contemplar su curioso mecanismo y su ordenado movimiento, nadie se– ría capaz de persuadil'mc que todo aquello se ha hecho por casualidad, sin la inteligencia y el trabajo de un ar– tista. El universo vale, a no dudarlo, algo más que mi re– loj; alguien, pues, debe haber que lo haya fabricado. "Los ateos nos hablan de casualidad, de combinacio– nes de la naturaleza y de qué sé yo cuántas cosas más; pero, sea dicho con perdón de estos señores, todas esas pa– labras carecen de sentido" (14). (14) Cartas a un escéptico en materia de religión. Carta lll. Ed. C.~.\NOVAS, vol. X, pág. 47. !3nrcclona, 193ó.
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