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LA DIVINA PROVIDENCIA 41 todos ellos indispensables para el hombre, que ocupa la cúspide de esa gigantesca pirámide cósmica. No; el mundo no es un caos, una confusión. Existe or– den, finalidad, leyes, gobierno que no se puede negar. El sentido común, la razón, más vulgar y los adelantos de las ciencias lo afirman rotundamente. Preguntad al hombre más sabio y versado en el conocimiento de la naturaleza y os dirá sin titubear que en la cadena inmensa de los seres •no hay un eslabón que no esté ordenado en sí mis– mo y con referencia a los demás; que existe maravilloso orden interior y exterior, particular y universal. Si encon– tráis alguno que os diga que no existe orden y finalidad en el universo tened compasión de él y decidle que es pre– ferible que se retire a un manicomio, porque no está en su sano juicio. § IV. El orden requiere un ordenador inteligente realmente distinto. Es un principio inconcuso que no se da efecto sin cau– sa. Existe una cosa ordenadísima, complicadísima, admi– rable. Luego se requiere un ordenador que conozca el fin, disponga los medios, establezca las leyes, lo regule todo, lo sustente todo, según, el plan preconcebido. ¿ Quién a la vista de un reloj, de un palacio, de un cuadro, no deduce inmediatamente la existencia de un relojero, d-e un arqui• tecto, de un pintor? ¿ Cuál es el ordenador, el arquitecto... de este admi,a– ble palacio de la naturaleza, tan hermoso en su disposi– ción, tan sólido en, sus cimientos, tan constante en sus le– yes y en sus actividades? a) Este orden no se debe al hombre, porque es inca– paz de hacerlo y es anterior a su aparición sobre la Tie– rra. El hombre es impotente aun para una mínima parte, ni siquiera puede hacer una hormiga viviente...

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