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36 P. PÍO M." D"E MON!>RÉGANES, O, :F. M, CAP. ---- asombrosa regularidad con que esas grandes moles, que llamamos astros, recorren la inmensidad de los cielos, con precisión matemática y por espacio de tantos siglos, es una demostración tan clara y tan convincente <le la exis– tencia de Dios que en todos tiempos y países ha fijado la atención, no sólo de los filósofos, sino también de los ru– dos. El ateo está condenado a no poder alzar los ojos al firmamento sin leer escrita con grandiosos caracteres la reprobación de su doctrina" (13). La Geología señala los periodos de formación y cons– titución interna de la Tierra. Nos muestra la .Mineralogía sus entrañas llenas de tesoros, que no agotan la insaciable codicia del hombre; los diversos cuerpos, modelos acaba– dos de arquitectura molecular con tipos constantes y uni– formes. La Química se encarga de descomponerlos hasta sus últimos elementos, casi imponderables, flotando miles y miles de electrones en los espacios intermoleculares. La Física nos habla de las leyes de la caída de los cuerpos, de la reflexión y refracción de la luz, de las leyes de la Mecánica, Acústica, Elec:tricidad, etc. Todo el reino mine– ral se rige por normas fijas que presiden los fenómenos de la materia inerte, en la que se descubre un orden ad– mirable. Pasemos al reino animal, que nos presenta todavía un orden incomparablemente más extraordinario. La Botánica nos da a conocer que existen más de 500.000 especies de plantas, y en cada una hay millones de células, de granu– laciones clorofílicas, en las que, por fa acción de la luz, se verifican labores químicas. Cada cual tiene su modo es– pecial de germinar, desarrollarse y multiplicarse. Sus se– millas encierran maravillas y CO'nservan la vida latente por muchos años. Bien se deduce el plan de una inteligen– cia que traza las leyes biolóricas de las plantas. Desde la (1.:l) Fil. Elem., c. V, n. 15.
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