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los ojos al estrellado ciclo y bajándolos a la alfombrada tierra? El mundo, tal como se 1 nos revela, represen ta un teatro tan amplio de diversidad, finalidad y hermosura, que ningún ser criado es capaz de producir maravillas tan nu– merosas y tan inagotables. Vemos por doquier un encade– namiento de efectos y causas, de fines y medios, regulari– dad en la vida y en la muerte. Y como nada ha llegado por sí mismo al estado en que se halla, la universalidad de las cosas iría a sepultarse en la nada si no le diéramos por principio y por causa una realidad superior que, des– pués de haberla producido, la sostiene. El argumento físico se pone bajo el aspecto de orden, finalidad, gobierno, belleza o armonía del mundo. Como quiera que se considere es substancialmente el mismo. En todos tiempos se ha propuesto esta prueba con variedad de aspectos, galanura de frase, elocuente oratoria; mas nunca es un descubrimiento nuevo. No es mús que repe– tir lo que l\Ioist'.•s escribe en el Génesis y David canta en los Salmos. Los cielos dan testimonio ele la gloria ele Dios; la noche y el día nos hablan de Él; la lierra entera está llena de su nombre admirable. Evoquemos también nosotros algunas notas de ese con– cierto del universo y cantemos las magnificencias del Señor. Existe en el uniuerso un orden admirable, universal y constante. Este orden requiere ,un ordenador sumamente inteligente distinto del mundo. Luego existe ese ordena– dor, a quien reconocemos por Dios. § III. E.tiste el orden en el nnil•eí'so. No nos detendremos en las descripciones y porm~no– res más propios del naturalista e investigador que del es• critor, Bástenos observar en general los grupos principa-

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