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30 peces, las aves... , existe un orden estático que se ha tra~ zado el naturalista. Un ingeniero construye un ferrocarril, vagones y loco– motoras, estaciones y rieles; el fogonero alimenta la má– quina, el maquinista la dirige, el jefe da la señal de par– tida, todos son factores que contribuyen, a producir un or– den dinámico para transportar viajeros o mercancías. Hay también orden particular y general. El ojo, el oído, el olfato son órganos particulares ordenados a sus respec– tivas funciones. Pero si a los sentidos externos añadimos los internos, el sistema nenioso, el aparato circulatorio, digestivo, etc., todas y cada una de las partes anatómicas del hombre están ordenadas para la conservación y des– arrollo del individuo viviente. A todos es obvio la multi– tud de órdenes particulares y generales que se relacionan entre sí para contribuir al orden universal, según las fi– nalidades intentadas por la naturaleza. 2t ¿Qué es finalidad? El orden está unido íntimamen– te al fin, como el efecto con la causa. La ordenación de las cosas múltiples se hace siempre por una facultad cons– ciente que se propone algún fin, pues éste se suele definir diciendo que es aquello por lo cual se hace algo. El fin puede ser interno o externo a la misma cosa. El fin inter– no es el propio de cada ser, co'll,siderado aisladamente de los demás; así el reloj estú hecho para marcar las horas; el buque, para flotar y moverse sobre las aguas¡ los ves– tidos, para cubrirnos y abrigarnos; el corazón, para lan– zar la sangre por el torrente circulatorio; el estómago, para digerir; los músculos, para el movimiento y resistencia; el ojo, para ver, y lo mismo podemos decir de cualquier otra cosa. El orden particular no es más que la adapta– ción al fin particular. Sería tan ridículo negar la finali– dad interna de los seres, de cualquier reino al cual perte– n,ezcan, como sería negar que las cuerdas de un violín o las teclas de un piano se hacen para tocar.
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